UNA MUJER DE VALOR - de fe, de amor y sabiduría

miércoles, 20 de mayo de 2015




Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los. que duermen para que os entristezcáis como los otros que no tienen espera. (1 Tesalonicenses 4:13)

Mi abuela siempre fue una mujer llena de valor, de fe, de amor y sabiduría, La recuerdo como una persona fuerte y segura en Cristo, que siempre mostró su amor por cada uno de sus hijos y nietos, así como por cada integrante de su familia. Era una mujer muy amada por sus hermanos de iglesia. Ella siempre afirmaba que se mantenía orando por todos nosotros.
Recuerdo que nos hablaba de las cosas que Dios tenía preparadas para nosotras, aun cuando mi hermana y yo todavía estábamos pequeñas y no asistíamos a la iglesia. Nos cantaba himnos, nos enseñaba a orar, y eso a mí me agradaba mucho. Años después, aunque habíamos crecido y aún no habíamos entregado nuestras vidas al Señor, ella continuaba preocupándose por nosotras.
En el año 2001 mi abuela falleció. Toda la familia lloró la pérdida de una persona tan querida y destacada. Se fue al descanso con valor y paz, mientras en su rostro se dibujaba una sonrisa. Yo sé que sonreía porque experimentaba la paz de Dios incluso en sus últimos momentos. Hoy, gracias a su influencia y al amor de Dios, somos miembros de la Iglesia Adventista. Ahora que ella no está, pienso en lo contenta que estaría al ver que servimos a Jesús.
No estoy triste porque sé que algún día volveré a abrazarla y a mirarla, y podré decirle: «Gracias, abuela, por enseñarme a amar al Señor», a ese mismo Dios que nos volverá a reunir. Es algo que el Señor ha prometido y no dudo ni un instante que veré a esa gran mujer con una sonrisa en su rostro, feliz de que sus hijos y nietos hayan seguido a Cristo para estar unidos por la eternidad con nuestro Redentor.
Hemos de entregarle nuestra vida y nuestros corazones a Jesús, quien vivió y murió por nosotros. Confiemos cada día en sus promesas. No esperemos a que nos llegue una prueba o un momento difícil para aceptarlo. Aferrémonos a él y pidamos su dirección esta mañana, rogando a Dios que haga su voluntad en nosotras, ya que únicamente él conoce las necesidades de nuestro corazón. ¡Es el momento de mostrar al mundo el amor que Jesús siente por cada uno de sus hijos! 

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